martes, 28 de abril de 2009

LOCO




Llegué a ti con un amor valiente,
pero quedé parado
como un monte en sus cimientos,
quedo y quedado como un árbol,
de pié, lívido y loco.

De lo poco que me queda
nada está en mis manos
y de lo poco que río
mi sonrisa es ajena.
Padezco un coma de bolsillo
y mi hambre es de subcontrata.
Derrumbado está mi amor mito por mito,
como un cuerpo verdecido
y por hacha matado,
raído como una ropa rancia
que se cae de añeja.

Sólo me queda la miseria
con su olor a tiempo,
y al límite una cruz como jalón
de tierra para ser abonada.

Me clava sus cristales
este camino encogido de hombros
que deja al descubierto su espinazo.
Me asustan sus linderos de corsé
con oleajes de tango.

Su rostro es la puerta de su alma vacía
donde está el cementerio
para mi muerte de día a día,
allí se ha instalado mi luz de nacido
y mi soledad de muerto.
Su alma perdió el relieve
como yo perdí el querer,
perdido y pisoteado,
Sólo el fruto está sano
si no conoce aguijón.

Y aunque me quiero salvar
sigo muriendo con esta muerte caliente
como de noche de agosto
porque el odio no se escapa arrastrado
o de puntillas por nosotros
cuando mis vehemencias se desgranan
en ruegos amantes.

Tu amor se quedó ciego
como un viento agrio
que descolgó mis goznes
cuando me dio su portazo.

Dolido y loco,
loco y sentido
como un payaso.

UNAS LETRAS




Por los juncos de mis dedos
sopla tu piel de blancura,
y su templanza es mi fiebre
y su miel es mi frescura.

Y yo bañado en tu alba
con los pies en la penumbra,
buceando por tu cielo
tropezaba en mi locura.

Amor regado en mi sangre,
mi brote de lirio y amargura,
mi veneno y antídoto de azucena negra,
mariposa y loba por mi calentura.

Lléname de palabras este hambre,
con silabeo de agua por tu pluma,
déjame serenarlas en mi alma
que sin ti está como la noche más dura.

Larga es la espera de este enhiesto junco,
brote vivo en la charca de la locura
que no se doblega en la tardanza
de unas letras que son mi corazón y levadura.
Que espero tus palabras como brotes
por mi prado, ahora siempre a oscuras.

A veces me pienso muerto como la piedra inerte
a quien ni siquiera consuela el aliento de la duda,
pero tu luna no me deja sombra cuando me agita
y me hace de plata y de luna
dándole fuerza de acero a esta vara viva
que se encuentra triste mientras te madura.

Me basta con tu palabra
que me calienta y abusa,
palabras que se me inflaman por la mente
ardiendo por tu figura.

Una palabra balsámica
sanadora de mis dudas,
que me conforte este alma
y le vuelva la cordura.