alarga tu cuerpo hasta el que es tu oriente querido,
y adorna con tu carne mis desiertas sábanas
coronadas con el incienso de mi reclamo
y el primitivo aliento de mi deseo.
Trae tu cuerpo inflamado en un querer en llamas,
que derrame su lava por tu talle desceñido,
mueve hacia mí tu rostro coronado de juventud
y que tus apremiantes labios me quiebren de un beso.
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