MIS SUEÑOS
Empuño tus sueños,
hierro viejo de mi vida,
y me los institucionalizo en el alma,
y, como es de rigor,
ya los tengo homologados.
Tus sueños,
que me imponen la costumbre
de adornar mi noche nómada
de cama extraña y cuatro ruedas,
convirtiendo mi despertar
de bocinas trágicas
en cofre sin llave que me valga.
Tus sueños me asaltan
por cada charco de sombra,
convirtiendo en felices aniversarios
los acontecimientos de la farsa onírica,
y me sacuden agradablemente
cuando puedo alcanzar
las cornisas de tu aurora.
Empuño tus sueños,
abreviatura de lo frágil,
residuo de tu alma cercana,
y vestigio de tu distante cuerpo
desplegado como alas en mi pecho.
Escucho tus razonables labios silenciosos
resonar como campana
de loco atolón de vida,
y el onírico reclamo se hace canto
que me hurta del cuerpo.
A veces el día madruga más que yo
aportando sus ideas,
pero no quiero su espacio.
Para qué quiero el día
si amo el terciopelo oscuro de la noche
donde tu estrella tiembla
con sus constelaciones atrapadas.
Y vivo sin celos,
creyente de que no hay
otra sombra que se te cruce,
porque no la deseas,
apoyado en la idea de que tu cama
es el nido de un monólogo
que aguarda mi presencia
para concretarse en dúo.
¿qué te iban a aportar
si instalaras en ella
otros huéspedes vacíos
homologados en desvergüenzas?
Aborrezco ese día
donde sólo yo no existiera,
aunque de ser,
no lograrían desprestigiar tu piel
que se renueva luminosa como el día.
Reina mía
de la esquina blanca del amparo,
desparramo mi amor
por tus caracoles trenzados
con ahinco de pulmón,
laringe y nuca,
y por tus labios
donde se haya el consuelo
de tu dicha repartida.
Pepe Martín
Empuño tus sueños,
hierro viejo de mi vida,
y me los institucionalizo en el alma,
y, como es de rigor,
ya los tengo homologados.
Tus sueños,
que me imponen la costumbre
de adornar mi noche nómada
de cama extraña y cuatro ruedas,
convirtiendo mi despertar
de bocinas trágicas
en cofre sin llave que me valga.
Tus sueños me asaltan
por cada charco de sombra,
convirtiendo en felices aniversarios
los acontecimientos de la farsa onírica,
y me sacuden agradablemente
cuando puedo alcanzar
las cornisas de tu aurora.
Empuño tus sueños,
abreviatura de lo frágil,
residuo de tu alma cercana,
y vestigio de tu distante cuerpo
desplegado como alas en mi pecho.
Escucho tus razonables labios silenciosos
resonar como campana
de loco atolón de vida,
y el onírico reclamo se hace canto
que me hurta del cuerpo.
A veces el día madruga más que yo
aportando sus ideas,
pero no quiero su espacio.
Para qué quiero el día
si amo el terciopelo oscuro de la noche
donde tu estrella tiembla
con sus constelaciones atrapadas.
Y vivo sin celos,
creyente de que no hay
otra sombra que se te cruce,
porque no la deseas,
apoyado en la idea de que tu cama
es el nido de un monólogo
que aguarda mi presencia
para concretarse en dúo.
¿qué te iban a aportar
si instalaras en ella
otros huéspedes vacíos
homologados en desvergüenzas?
Aborrezco ese día
donde sólo yo no existiera,
aunque de ser,
no lograrían desprestigiar tu piel
que se renueva luminosa como el día.
Reina mía
de la esquina blanca del amparo,
desparramo mi amor
por tus caracoles trenzados
con ahinco de pulmón,
laringe y nuca,
y por tus labios
donde se haya el consuelo
de tu dicha repartida.
Pepe Martín
2 comentarios:
Surreal como el sueño mismo, sueños que se empuñan, camas luminosas como la piel de la persona amada; ahíncos, laringes, nucas y labios: bellas palabras para un amor (y un poema), bello.
Un abrazo,
Gracias amigo, bonita tu respuesta. Un abrazo, Pepe
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