LA ROSA DE LA VIDA
Sonetos encadenados.
Venimos de la rosa maniatada,
pretéritos de vida encarcelados
por un crespón de seda inevitada,
al hecho de la muerte encadenados.
Venimos de la noche y de la nada,
por las sombras del mundo modelados,
rojo polvo, materia encenizada,
rosales en flor, luego triturados.
De una voluntad o Dios caída,
la mediación del coito hace el resto,
el fuego toma forma en su venida.
La herencia de mil sangres juega presto,
la arteria reza muerte y canta vida,
brota así lo grandioso y lo modesto.
***********
Qué luna sin establos, qué desnudos,
piel caliente que Adán anda buscando,
qué puñales se andan conectando,
qué expresiones no dichas se hacen nudos.
El misterio de vida deja mudas
las verdades que el hombre anda escardando
en su esfuerzo de insecto, malgastando
su panel de abejas de mil dudas.
Qué promesa de azúcar en la rosa,
qué esfuerzo de siervo por su amo,
qué cortina de dudas dolorosa.
Qué afición de hurón a su reclamo,
qué de dioses buscados en la prosa,
qué aprendiz de muerto y bien me lamo.
Pepe Martín
Sonetos encadenados.
Venimos de la rosa maniatada,
pretéritos de vida encarcelados
por un crespón de seda inevitada,
al hecho de la muerte encadenados.
Venimos de la noche y de la nada,
por las sombras del mundo modelados,
rojo polvo, materia encenizada,
rosales en flor, luego triturados.
De una voluntad o Dios caída,
la mediación del coito hace el resto,
el fuego toma forma en su venida.
La herencia de mil sangres juega presto,
la arteria reza muerte y canta vida,
brota así lo grandioso y lo modesto.
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Qué luna sin establos, qué desnudos,
piel caliente que Adán anda buscando,
qué puñales se andan conectando,
qué expresiones no dichas se hacen nudos.
El misterio de vida deja mudas
las verdades que el hombre anda escardando
en su esfuerzo de insecto, malgastando
su panel de abejas de mil dudas.
Qué promesa de azúcar en la rosa,
qué esfuerzo de siervo por su amo,
qué cortina de dudas dolorosa.
Qué afición de hurón a su reclamo,
qué de dioses buscados en la prosa,
qué aprendiz de muerto y bien me lamo.
Pepe Martín
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