HERIDO
Caña clavada en el río,
rey de los humedales,
cobre bruñido su espalda
nada y repta al escaparse,
el sol retuerce cuchillos
entre los cañaverales,
y son los cantos del agua
chismosos pa delatarle,
mientras dos onzas de plomo
le roban su roja sangre,
mientras las cañas afeitan
las largas barbas del aire.
¡Calla Corriente!,¡vengo huyendo
de civiles y gendarmes!,
¡cerraros claros del bosque,
caleras no delatarme,
calarme vuestro sombrero
tejados de viejas calles
y haced que una grieta acoja
a este reo de metales
que sobre crestas de fuego
me buscan para matarme!
Vengo caliente de amores,
el corazón se me arde
como si fuera una fragua
sin que mi pasión se apague.
Como las astas de un toro
he derramado otra sangre
y la muerte se ha cobrado
lo que yo quise pagarle,
me reclamaba mi acero
un pecho pa calentarse,
porque a mí nadie me roba
sin que tenga que matarme.
Fundiéndose con las sombras
el herido pierde sangre
y se le escapa la vida
por un agujero grave
en tanto perla su frente
una fiebre de cristales,
y el cañaveral afeita
las largas barbas del aire.
Pepe Martín