ENTRE TU BOCA Y LA MÍA
Entre tu boca y la mía, ¡qué caramba!
hay un hambre seca de exprimir esencias.
Y entre tus brazos y los míos, ¡vaya, vaya!
una grave carencia ilusionada.
Entre tu mirada y la mía, ¡qué caramba!
brilla un destello que busca conductores para cebarse.
Y entre tu piel y la mía, ¡vaya, vaya!
ruge una especie de ambición magnética,
una sed devoradora de polos contrarios.
Y nos ruge la apetencia por cruzar lenguas y pubis,
y el anhelo se deshiela en cada caricia
con un gong de placer interminable,
y la penuria del silencio se nos hace dialogante
mientras los senos florecen de agonía.
y los cuerpos se enardecen en su hervor de deseo
arrancados de sus sueños apáticos,
y las almas titilan de pura entrega
jurándose ternuras,
y los sexos se humedecen de escasés mutua
en una entrega inagotable,
y el placer se hace gula en su glotonería
carente de pánico o restricciones.
y la avidez de ambos desborda el apetito
de rosas abiertas y de ángeles,
y la carestía de la sangre contraria
se hace lascivia y diminuto infierno.
Claro que esta afinidad no vino porque sí,
sino que lo hizo por haber sabido absorber
un aura, un aliento, un aroma, una palabra,
y por saberse refugio y sed del otro cuerpo,
habiendo presentido la llamada del corazón
que en estos casos habla más que la boca.
Pepe Martín
Entre tu boca y la mía, ¡qué caramba!
hay un hambre seca de exprimir esencias.
Y entre tus brazos y los míos, ¡vaya, vaya!
una grave carencia ilusionada.
Entre tu mirada y la mía, ¡qué caramba!
brilla un destello que busca conductores para cebarse.
Y entre tu piel y la mía, ¡vaya, vaya!
ruge una especie de ambición magnética,
una sed devoradora de polos contrarios.
Y nos ruge la apetencia por cruzar lenguas y pubis,
y el anhelo se deshiela en cada caricia
con un gong de placer interminable,
y la penuria del silencio se nos hace dialogante
mientras los senos florecen de agonía.
y los cuerpos se enardecen en su hervor de deseo
arrancados de sus sueños apáticos,
y las almas titilan de pura entrega
jurándose ternuras,
y los sexos se humedecen de escasés mutua
en una entrega inagotable,
y el placer se hace gula en su glotonería
carente de pánico o restricciones.
y la avidez de ambos desborda el apetito
de rosas abiertas y de ángeles,
y la carestía de la sangre contraria
se hace lascivia y diminuto infierno.
Claro que esta afinidad no vino porque sí,
sino que lo hizo por haber sabido absorber
un aura, un aliento, un aroma, una palabra,
y por saberse refugio y sed del otro cuerpo,
habiendo presentido la llamada del corazón
que en estos casos habla más que la boca.
Pepe Martín
2 comentarios:
VAYA VAYA PEPE,QUE POEMA AMIGO.
UN GUSTO GRANDE ES HABERLO LEIDO,.
Gracias Guirroma, como puedes ver hay para todos los gustos je je je. Un abrazo amigo, Pepe.
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