UNO MÁS UNO
Amada mía,
con el uno de usted
y el uno mío,
volvemos a contar una unidad,
pero no una unidad cualquiera,
sino un uno redondo,
un uno macizo.
No un uno de costuras desconocidas
que suma tres sin previo aviso;
sino una unidad completa
a la que no le hace falta
el cero amigo,
o, tal vez,
y por hacer concesiones,
colocado por prefijo.
Una unidad sin el dos que separe,
o el tres de un cuerpo amigo…
Y si por casualidad
algo o alguien le sugiere un dividendo,
una resta,
o un decimal ambiguo,
retorne a nuestro uno
apretado y conmovido,
que nos entrelaza llama con llama
en una misma lengua
con su infernal rugido,
o, por decir alguna bobería,
con la misma fiebre que se atan
su sexo y el mío.
Una unidad redonda
como el círculo
que forman nuestros brazos
cuando seguimos unidos.
Así es que:
pase usted de restas,
divisiones,
o decimales ambiguos,
y quédese con el uno más uno son uno
como lo son el suyo,
como lo es el mío.
Pepe Martín
Amada mía,
con el uno de usted
y el uno mío,
volvemos a contar una unidad,
pero no una unidad cualquiera,
sino un uno redondo,
un uno macizo.
No un uno de costuras desconocidas
que suma tres sin previo aviso;
sino una unidad completa
a la que no le hace falta
el cero amigo,
o, tal vez,
y por hacer concesiones,
colocado por prefijo.
Una unidad sin el dos que separe,
o el tres de un cuerpo amigo…
Y si por casualidad
algo o alguien le sugiere un dividendo,
una resta,
o un decimal ambiguo,
retorne a nuestro uno
apretado y conmovido,
que nos entrelaza llama con llama
en una misma lengua
con su infernal rugido,
o, por decir alguna bobería,
con la misma fiebre que se atan
su sexo y el mío.
Una unidad redonda
como el círculo
que forman nuestros brazos
cuando seguimos unidos.
Así es que:
pase usted de restas,
divisiones,
o decimales ambiguos,
y quédese con el uno más uno son uno
como lo son el suyo,
como lo es el mío.
Pepe Martín
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