
Te amo llanamente, así de vehemente,
porque no se amar de otra manera.
Te amo con temblores de agonía
que aguardan resucitarse.
Con oscilaciones de sombra
que hacen vibrar el alma.
Como el germen de la belleza
que aún no se ha propagado.
Como la tierra ama a las fugaces lágrimas
del cielo que la hieren.
Te amo ferviente y socavado
con la ansiedad del grisú
que aguarda su chispa.
Te amo como la encendida ave
que arde cuando canta.
Con la sed de la tierra
por la sangre vertida.
Con el hambre del cuchillo
que silba por el aire.
Te amo con las manos, con los dientes,
como un perro desea el hueso
que le redime del hambre.
Te amo como la cresta de fuego
al pino donde alargarse.
Como los juncos cantores
aman a su viento.
Como la fría escarcha
que busca calentarse.
Te amo constante como el agua
que se alimenta de piedra.
Ay, que hambre de tu cuerpo
cuaja la sangre en mis venas.
Pepe Martín
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