Frente a frente tú y yo
con este arrebato hambriento que no espera hartura,
te estoy sintiendo por mi sangre en inmortales giros.
Voy a echarme en los meandros de tu cuerpo
desvestidos como las riveras del río,
entre tú y yo se extiende la peligrosa avenida
de nuestro amor con sus socavones inimaginables.
Podría inaugurarte, por ejemplo, el oro de mi otoño
y el aire de tu lluvia.
Podría, amor mío, volar a tu costado,
pero dejemos de volar y tomemos el alpiste
que mantiene el motor de nuestra vida.
Junto a la noche inmensa
creces en inevitable entrega como maná de un ramadán
para calmar mis abundantes martirios.
Levantemos la cuaresma en nuestra sangre
para que pueda resarcirse de vigilias.
Vamos a despuntar este rosal púrpura
que pugna por abrirse entre campanas de alabanza.
Consumámonos en arpa conjunta
o nutrida llama de aventadas cenizas en el deseo.
Unamos nuestros vasos algo más que medio llenos
o medio vacíos para que les zozobre su vino
hasta embriagar nuestro desierto.
Hagamos de este amor de mansedumbre de lago
una borrasca vehemente
que nos arrastre en arcilla de hombre.
Y no pensemos al descamisar
nuestra dorada cebolla de amor,
que el llanto será nuestro protagonista mañana,
porque hoy en tus labios es el primer día de la creación
y quiero que olvides el lino del llanto
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