¡Qué dificil es el vuelo a las alturas
sin desplumar indios agenos!
¡Qué libre es el hombre entre rejas
que no accede a ser alfombra política!
¡Qué libre es el alma excomulgada
que sólo comulga con su espíritu!
¡Qué reacias son las plumas
a denunciar el abuso amarradas por el dinero!
Corroyendo va ese ácido reinante
que devora al pobre y es alfombra del poderoso.
¿Cómo poner rejas a un alma libre
que atraviesa como espirales de humo los barrotes?
Las rejas del alma son sus afectos
porque son aves que tienen hijos,
ni siquiera la someten los buitres del cuerpo,
en eso se basa el poder terrorista.
El hombre posee dos sombras,
una proyectada por él como efecto de luz,
la otra es el negativo de la moderación.
La ambición no es más que
la sombra reptante de un hombre hambriento,
es un vicio disociado del cuerpo,
un ente independiente de formas o energías,
por eso no sacia hambres de poder o avaricia,
es un cuervo alado sin límites físicos,
o un espejismo inalcanzable.
Las marionetas populares
no condenan la codicia, el poder,
la fama, ni las lumbreras sociales,
sino que las adoran en su cumbre.
No aprecian que sus esfuerzos reptantes
son más adictivos que la droga
o la glotonería por el oro.
La moderación, siempre abajo,
se lame las heridas del coraje
porque los trepadores que alcanzan la cima
son elevados al púlpito sin tener en cuenta
las espaldas escaladas.
Nadie es más esclavo
que el que se tiene por libre sin serlo
Ni hay esclavitud
más vergonzosa que la voluntaria.
El hambre de poder,
ya sea de este mundo o del de arriba,
es nuclearmente separativa.
Tan sólo los buenos fines de esas hambres son efectivas
cuando el resultado de la codicia
es hermanante y unificador.
Al carro del gobernante lo mueve
la rueda del poder,
y sólo raras veces es nave movida
por el viento de la honradez
y la vela del deber social.
Los gobernados son el tiro o remo sumiso
que aguanta su opresión e injusticia,
a veces sumisos como débiles corderos
manejados por el perro amaestrado del redil,
dispuestos a tolerar lo intolerable,
dando por santo un sistema establecido
en el dinero, en lo político y religioso
que se hilvana a los estados para ser obedecidos.
La peor de todas las ambiciones
es la que se edifica sobre pantanos de miseria
y la buena fe de la humanidad.
Querido hermano,
oh tú, que pretendes elevarte como imponente águila
para caer como un Ícaro de plomo,
empieza de una vez a ser hombre
y no calcules la fiera que serás,
que un hombre no es desgraciado por su ambición,
sino porque esta se lo come.
El ambicioso no se da cuenta
de que su verdadera posesión
está en su cuerpo y que aún éste
lo tiene hipotecado con la muerte
cruel banquero de sus posesiones póstumas.
Unce tu carro a las estrellas
aunque tu sangre de entrega se cuaje de batirse sola.
Sólo la ambición de la paloma del alma
tiene su trigo, ¡ahí la muerte no alcanza!.
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