Saco aquí este poema ya antiguo, por que es el tiempo en que muchos abandonan a sus mascotas y muchos son matados en atropello. La historia es verídica.
Está inspirado en la manera de hacer de mi Paisano Manuel Benítez Carrasco y su "Perro Cojo".
Por los focos de mi coche,
tras una curva cerrada,
adiviné aquella sombra
que andaba por la calzada…?
Como una alfombra de muerte
algo yacente allí estaba,
mientras que un pobre perrillo
sus restos olisqueaba.
Y eran sus ayes aullidos
que desgarraban el alma.
Di rápido volantazo;
una muy fuerte frenada;
y aparqué el coche un momento
con la adrenalina alta,
el corazón palpitante,
y la melena erizada.
Nos miramos hombre y perro
bajo las luces doradas…
y hablé al animal bajito
que a unos pasos me miraba:
‹ ¡Vaya un susto amiguito…
casi tocamos el arpa!...
¿Quién es quien tanto te duele
“pa” que tu vida arriesgaras,
ese que ahora es estera
para los coches que pasan?
¡Con razón te lamentabas,
era tu perrita blanca!,
bien que comprendo tu gesto
que algo muy nuestro se acaba
yéndose quien más queremos…
como a la que tanto amaba
que me dejó en un infierno
mientras su gloria alcanzaba.
¡Así pues, yo bien te entiendo,
porque a mí me aulla el alma!
¡Y me contestó aquél perro
con el rabo a media hasta!.
¡Debió de ser San Francisco
quien mi corazón tocara!
La puerta abierta dejé
cuando del coche bajara…
No hubo invitación posible
porque yo no la cursara…
¡el perro me había “calao”
y en mi coche se montaba!
Se instaló como un señor
con sus patas estiradas
en el asiento del coche
con sus orejillas gachas,
tal que siempre hubiera sido
mi coche su propia casa…
y mi asiento tapizado
la perrera de su cama.
Los ojillos suplicantes;
la cabeza cabizbaja;
y era su pena tan grande,
que al final, me conquistaba.
¡Mi perro es un monumento
a la mezquindad humana!
¡Mi perro no era mi perro
y me desgarró “to” el alma
aunque no fue “caleao”
entre bidones y tapias!
Porque esas cosas se notan
sin que la vista sea larga!
Él no era triste y lo hicieron
cuando alguien lo abandonara
como a serio candidato
para carne machacada.
Era de esos desahuciados
que por vacaciones largan
y, olvidando sus caricias…
¡traicionan su confianza!
Se esforzaba en ser alegre
con su alma traspasada,
mostrando agradecimiento
por todo o por casi nada.
Alguna de aquellas veces
que tan fijo me miraba,
yo le pregunté a mi amigo:
‹ -¡Cuéntame “tos” los pesares
que tu alma de perro guarda,
que Dios hizo hablar tu rabo
aunque no te dio palabras,
“pa” ser perro “agradecío”
a “tos” los que bien te tratan…
y “pa” pedirle perdón
a quien no le hiciste nada!
¡Dime quien fue aquél canalla
que tuvo el alma tan dura
para no importarle nada
esas lágrimas de un hijo
que tu querer reclamaba!
¿Qué niño te puso nombre
siendo una bola de lana?
¿Quién te daba golosinas
que por ellas te desmadras?
¿Quién te lanzó la pelota
que hasta a las piedras das caza?
¿Qué niños eran aquellos
que, siendo fiera en tu guardia
si escuchas que pasan otros
tú, ni siquiera les ladras?
¡y te adivino un gemido
que sale de tus entrañas!
Un letrero de tristeza
a sus ojos afloraba
por más que tuvo cariño…
¡que le di un trono en mi casa!:
‹ -¡Donde estará mi amita,
con la que tanto jugaba…
la que me dio el biberón…
la que sus “chuches” me daba?
La del querer transparente
en su inocente mirada,
que me debe estar buscando
llorando y muy preocupada.
Debí pedirle perdón
al amo que me dejara…
no sé si me dio un castigo…
porque yo no le hice nada…
no le roí los zapatos
y no me subí en su cama,
ni me meé en su cortina…
¡y comí lo que me daba!
¡Compañero de mi madre,
medicina de mi hermana,
peluche de los chiquillos
que corre armando jarana,
bastoncillo de mi esposa
y buen guardián de mi casa,
remedio de mis tristezas
y amigo donde los haya!...
No me saques la perrera
a la puerta de la casa
dolido por la locura
de quien a ti te dejara…
que sólo serán dos horas
que yo falte de casa.
¡Y no le pidas perdón
a esa mano descastada
que echó a su mejor amigo
sin que le hubiera hecho nada!
Que yo te tengo “guardá”
en el “guerto” de mi casa,
una cama “pa” que duermas
cuando no seamos nada
Allí nos encontraremos
cuando mi ceniza esparzan.
Y cuando ye estemos juntos
en la última morada,
preséntame a aquella niña
que tu cariño aún aguarda
que jugaremos al corro,
y al juego de corre y salta
entre una lluvia de “chuches”
que San Antón nos prepara…
yo, con mi amada perdida…
tú, con tu perrita blanca…
yo tendré a quien más quería…
tú, a tu perrita amada.
Y te llamará San Pedro,
con sus llaves de oro y plata
de la puerta de los Cielos…
“pa” que tú seas su guarda.
Mi perro no era mi perro
y era mi amigo del alma…
él no era triste y lo hicieron
cuando alguien lo abandonara;
¡por eso es un monumento
a la mezquindad humana!
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