jueves, 18 de septiembre de 2008

QUEMADOS

Como tocón de árbol carbonizado en su tierra
devorado por un fuego hambriento y de locura,
carbón abonado en su propia ceniza
e inmundicia de bosque y reata de lluvias.

Esta es mi realidad táctil y dispersa.

Sin embargo yo fui árbol verdeante
de cimbreantes brazos alzados al cielo,
frondoso y adornado por luciérnagas solares.

Pero llegó el estío arrasante de tu cuerpo
coronándome de un sueño de hojas de agonía
y por el fruto alargado de la llama de tus labios.

Me prendí en tu fuego y me dormí en tus musas,
me devoró tu incendio en un coito de alegres brasas,
y con humos dorados fantasiosos de gloria
secaste mi savia con tanta locura.

Como dos tocones carbonizados en tierra
de brazos descarnados y decapitada cabeza,
así, así nos deja cada improvisado incendio,
aguardando del cielo una gota de lluvia
que abone nuestro carbón en la propia ceniza.

Pero el viento de tus ojos despierta mis rescoldos.

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