Érase que se era,
lo que no pudo ser y no fuera.
lo que no pudo ser y no fuera.
Érase un amor voluble de amaranta
con una aurora pintada en sus hojas.
Y un río de pasión coronado
de alfileres enamorados,
que siendo diadema de acero
quiso ser beso en el aire.
que siendo diadema de acero
quiso ser beso en el aire.
-Déjame adornar tu planta
que traigo alas de rubí.
Abre tus hojas en sombra
donde pueda acurrucarme.
Déjame besar tus damasquinas hojas
con guirnaldas de sangre y jaspe.
Deja que te acaricie leve
entre mis manos de viento-
Pero el amor,
mendigo pidiendo albergue,
pasó decapitado por su vida,
la amaranta se abrió despierta
tras su noche de repliegues
con un ligero reflejo
de hielo en sus hojas.
Ay, noche de cuchillo de luna.
Ay, alba de carámbanos de hielo...
Y lo que no llegó a ser y no era,
quedó como mariposa clavada
en el pergamino del corazón.
Y lo que no pudo ser y era imposible,
quedó como paloma crucificada
por su amor taxidermista.
Mas la amaranta, indiferente,
al igual que abrió sus alas verdes,
volvió a dormirse en espiral
ajena a aquél amor
degollado con sable de jaspe
en su jardín que no originaba sueños.
Érase que se era,
quien ante la imposibilidad de ser,
muriera.
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