viernes, 28 de agosto de 2009

CHIN, CHIN.


CHIN, CHIN.

Crúzame los ojos en un chin, chin de cristal de Bohemia,
y enlazados los brazos, atráeme con ímpetu,
dejemos que las miradas dirijan el compás de las palabras,
que broten de los pechos como flama convicta de deseos.

La verdad hecha mirada, licor dorado y sin lejía,
que hornea los cuerpos sin censura,
Chin, chin de los amantes labios sin selt,
chin, chin las bocas y las lenguas bravas,
chin, chin mi cintura y tu cadera.

Pásame el ardiente licor de tu futuro
ahora que se hayan caídos los ornamentos
y se hayan soliviantados los anhelos del contrario
con una tentación que se cuela por el tacto,
para redondear la solicitud de los cuerpos
que esperan su éxtasis de piel, sangre y firmamento.

Deja que guiñen nuestros fuegos su ritmo intermitente,
guinda de la espera,
para que queden borrachos de lujuria,
de lunas de miel sin mundo
hasta que la euforia rebase sus octanos
y la hoguera devenga en rescoldo.

Dos copas enlazadas en su chin, chin como único devengo,
dos anillos encadenados en las renovadas ansias.
Chin, chin de los amantes labios sin selt,
chin, chin las bocas y las lenguas bravas,
chin, chin mi cintura y tu cadera.

Pepe Martín

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