miércoles, 27 de enero de 2010

PORQUE TE AMO TANTO


PORQUE TE AMO TANTO


Porque te amo tanto,

y te pienso y te desgloso,

adoro en ti el yunque

donde se forja la luna,

adoro en ti la prisa y la demora

que haces sentir en mi tiempo,

adoro en ti la espiga

y el pan hecho sol en el cielo,

adoro en ti el momento verde

que crea las flores,

y las gotas de luz

colgadas en la noche

para que seas mía.


Porque te tengo, y me faltas

y somos sólo uno,

adoro en ti los copos de nieve

que visten de novia a la tierra,

adoro en ti la gran esmeralda vegetal

hecha copa por las cumbres,

adoro en ti las tempraneras aves

cantando su alabanza,

adoro en ti la luz del día

quebrada entre las hojas,

adoro en ti los párpados grises del cielo

que lloran su agua nube,

adoro en ti la sofocada impaciencia

de la lengua de fuego,

y el cuadro cálido

que pintan los otoños

para que seas mía.


Por encima de todo alumbran tus ojos,

en ti soy uno en lo que existe

y existes donde quiera,

en ti el sol se sacrifica

en la daga montañosa,

en ti el río se hace risa

besado por la piedra,

y en ti la muerte se encoge

para ser siempre promesa,

y seguirás siendo mía.


Tengo que amarte,

tengo que amarte amor

para que esta dicha exista como Dios

en todas partes.

Tengo que amarte,

porque tú eres eso y mucho más

que mi mundo y sus satélites,

mucho más que mi sombra y su soporte.


Pepe Martín,

sábado, 23 de enero de 2010

EL ROBO


EL ROBO.


Llegué a ella helado por el cristal de la duda

para buscar el hogar de su pecho,

rocé su boca con la mía,

como un ladrón con acecho de rapiña

que no puede resistirse a la joya más preciada

a sabiendas de que el hecho

podía hacer presa en mi garganta.


Mi corazón no disponía de aurora

ni de vals mecido por violines.

Sólo sentía el padecimiento de la incertidumbre…

pero no llegó el desgarrado vuelo de su grito.


Y puesto a morir en mi aventura,

abarqué su hombro de jaspe

con mi brazo de piel enfebrecida

alargando aquél beso,

poniendo a mi boca una rosa sangrante de pasión

y una luna soñadora.


Y al pensar que iba a morir,

pedí lenta mi agonía.


Observé el veneno ardiente de mi alma

inoculado en sus ojos sin sentencia,

estremecido en sus labios sedientos,

sonrojado en sus mejillas apasionadas,

y sentí en ella una muerte escalofrío.


Ella encogió su capa de gemidos

por la laringe de su cuello.


Y se volvió osada mi palabra

para colgarle una ilusionada cadena,

borracha de sentimiento,

derramando el vino de mi corazón

en un leve te quiero, pájaro o brisa.


Regresó a mí con las alas de un eco

por las copas de sus labios.

Fue para mí, absolución con mucha luz

con libertades de claveles

y sabor de llama y quemadura.


Pepe Martín

miércoles, 20 de enero de 2010

REGRESÓ MI RECUERDO


REGRESÓ MI RECUERDO


Regresó mi recuerdo con los muslos cortados por el frío,

con las suelas de goma pisando el empedrado irregular,

las láminas de cal selenita, eran mis farolas,

las bermejas murallas le daban marco al cielo,

los somnolientos ventanales multiplicaban su luna,

y el péndulo de las ramas inquietaba a las estrellas.


Eran sensaciones muy queridas anaqueladas desde tiempo,

gravemente acompasadas de minuteros,

acolchadas cálidamente bajo la mente,

ensordecidas en el alma entre leves acordes,

eran noches primaverales amortajadas de otoños

de nuevo vistas por la entreabierta puerta

de la húmeda edad no resignada.


Volví a montar el potro que estuvo a tu puerta atado

y el sueño me fue sembrando las carnes de primavera.

Entre cubos blancos, tejados, farolas e infinito

despertaba la brisa adolescente,

las campanas de las risas alocadas,

el olor a jazmines y celindos

junto al cerco de una boca virgen

y el abismo de dos pozos morenos.


Y miré mis pies alejados de mi tierra,

y vi mis alpargatas con las raíces cortadas,

y vi el copo de mi alma desdoblada que se quedó allí,

desarraigada, pero con todas sus flores,

y lloré malherido por los efluvios distantes

de una melena de noche con volantes a cuadros.


Pepe Martín

viernes, 15 de enero de 2010

NI PREGUNTA NI RESPUESTA

NI PREGUNTA NI RESPUESTA.

¿Para qué hacerte preguntas

sin necesitar respuesta?,

¿si estoy encendido a tus pies

como una llama pequeña?

No pregunto,

no preguntas,

y si él pregunta se va a quedar sin respuesta.

La duda es como una llama

que quema dos ramas juntas,

y el hecho de preguntar

acarrea alguna duda,

sea trascendente o leve

precisa de alguna réplica,

y no quiero que justifiques

lo que a mí no me interesa.

Y es que yo te quiero a ciegas,

con el alma extendida en tu bandeja

y no quiero que contestes,

porque estoy entregado a ti

pese a mí y a quien le pese.

Ni protesto,

ni protestas,

y qué nos importa que protesten.

Sígueme amando así:

contigo cama,

contigo vena,

no hay instante de mi vida

en que no te quiera a ciegas,

que voy siguiendo tu rastro

por las perdidas fronteras.

A qué obligarse,

a qué alegar,

a qué argüir lo que no precisa réplica.

Nuestro amor es como el aire

y con él van sus motivos

como la brizna de hierba

que busca cualquier abrigo.

No pregunto,

no preguntas,

y así no caben respuestas.


Pepe Martín.

martes, 12 de enero de 2010

LA TENGO AQUÍ


LA TENGO AQUÍ.


La tengo aquí, como una lisonja venerada,

atesorada en algún sitio,

asombrada e inmóvil,

emitiendo recuerdos, sobreviviente,

buscándome a tientas,

bloqueada por los signos brumosos de la edad,

la cola de su certidumbre

se hace menos que nunca sombra y duda,

desde allí contempla las vivas caricias,

los pasos de baile deshilvanados,

los ordenados sueños en los estantes,

los besos junto a la amable puerta

semiocultos de olvido,

convalecientes del paso de toda una vida.


Mujer amada siempre, de juventud oculta

que aún se resiste a marcharse,

mujer, beso en los ojos y temblor en los labios

de mi edad vivida,

flor y pájaro de sombra perdida en estos cuerpos

que son colmados con una simple caricia.


Cuando empezaste a mustiar tu rojez

hace tantos años,

me pareció morir como sin sangre,

me quedé con un corazón a medio ritmo,

pequeña muerte protestada

que me congelaba deseo y ansias,

abrazado a los barrotes del deseo,

avistaba desde mi ventana

el alejamiento de la carne,

el edén que quedaba atrás

para dejar desnudos los ángeles del amor

sin su andamiaje de lujurias y cielos

consumidos en humo.


Cuando empezaron a desaparecer tus flores

como en un espejismo,

a desaparecer sin últimas voluntades,

tus alas, perdurables al olvido, se quedaron conmigo.

Ahora te tengo aquí, atesorada, al lado mío

para ser corona de mi tumba.

Estás aquí limpia de las impurezas de la sangre,

como un manto blanco de lirios.


Estás aquí, en el eje mismo de mi alma,

al sur de la lejana concupiscencia

que apagó su trazo firme

en una pared de humo.


He recobrado la brújula sin el engaño de los sentidos,

tú me indicas el norte verdadero,

y soy superviviente contigo,

desbloqueados los ojos al desinteresado amor

en nuestro actual sueño sin olvidos

para superar la muerte privada de cada cuerpo.


Pepe Martín

viernes, 8 de enero de 2010

BESO


BESO.


No sé si eran sus labios o cerezas,

hambriento quise probar el fruto,

pero al tocar su rama sentí el luto

de quien cambia lo honrado por torpezas.


Despegarme de allí fueron tristezas

de un corazón cortado, y un canuto

me dio el hilo de aire diminuto

con que suelen ahogar ciertas grandezas.


Mas, mi grito de otoño ensordecido

y la carne dolida y entreabierta,

campanas de ángelus han cosido.


Me abrió de par en par su estrecha puerta

cuando atarme a sus raíces ha querido

para resucitar mi boca muerta.


Pepe Martín

lunes, 4 de enero de 2010

PRISIONERO EN TU CARNE


PRISIONERO EN TU CARNE


Que me bese el aire de tu aurora,

que me envuelva tu noche y sus racimos,

que me enciendan momentos que vivimos

y mi pasión se crezca en esa hora.


Mata la espiga donde el grano mora,

digiéreme en la tierra en que morimos

para hacerme brote entre tus mimos

por tu sedienta fuerza que devora.


Tú bien sabes, mujer, cómo te adoro,

que el caudal de tu sueño me ha llenado

de ese amor en que ardo y en que moro.


No hay momento del día en que no quiera

por tu viento de amor ser arrastrado

prisionero en tu carne, como fiera.


Pepe Martín