lunes, 15 de marzo de 2010

TERREMOTO


TERREMOTO

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

(Cesar Vallejo).


Caballo, caballo negro, caballo.

Hay desastres en el mundo… ¡que vaya, vaya!

Caballo hijo del odio,

que remueves las entrañas de la tierra,

caballo de grietas y temblores,

devorador de vidas y almas.


Hay desastres en el mundo… ¡que vaya, vaya!

Moviendo está la ruina sus sombras siderales,

la negrura más firme asola el progreso,

el miedo seca al mundo cuando relampaguea.

¿Quién revienta?

¿Quién sufre una muerte de cristales?


Caballo imán poderoso que comes edificios,

eres dueño de un sentimiento hostil que sobrecoge,

tus patas de acero muelen el cemento

rajando como papel el duro asfalto,

tus febriles incisivos ramonean la vida

sembrando confusión y desesperanza,

resaca de todo sufrimiento.


El terremoto está en su obra,

del abismo ha salido con su sumo de muerte

de polvo, agua, fuego, hierro y piedra,

el caballo suda muerte con su fiebre de desastres.

¿Quién sufre dolor de alambre

por los escombros sin calle?


Heraldo de Apocalipsis,

Anticristo de las almas,

abres zanjas, derrumbas piedras

arrasando a una civilización de mantequilla

mientras tu pesado lomo

es cabalgado por la muerte.


Tú abres el pozo de la blasfemia

de alguna fe profunda que de tus actos reniega,

tus pisadas sangrantes son el ascua

que en la trampilla del infierno nos quema.


Víspera del averno,

tu sombra exige relámpagos de vidas,

quiere fundidas las gargantas

con todo un firmamento de notas ateridas.


Y aunque arriba se acumulan los luceros,

abajo la muerte paladea su sabor a tuétano

que brota de su amasijo de ruinas

y del hambre galopante estremecida.


Caballo, caballo negro, caballo,

como un huracán de enloquecido lecho,

repartes sed, derrochas hambre,

propicias la rapiña y el engaño,

este es el pozo de tu sangre difundida.


Tú provocas el abrazo cerrado del cemento

y enciendes la noche con tu sorda hoguera

de gaseosas llamas y eléctrica embestida

para que a tu alrededor

el grito suene como una trompeta.

Amasijo de maderas, animales y hombres

la mar vomita sus orillas,

el abismo devuelve el ardor de su intestino.

¿Quién no teme al sunami y su acogida?


Demacradora de gestos,

se espera la réplica

como una pantera que traiga la muerte

sobre los techos.

Y uno dice: -no es ahora-,

cuando aparece hambrienta

con su terrible aliento

machacando lo machacado.

Hay desastres en el mundo… ¡que vaya, vaya!


Pepe Martín.

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