viernes, 22 de mayo de 2009

UN HOMBRE






UN HOMBRE

a Miguel Hernández.


Un HOMBRE

despegado de las cosas de este mundo,

sin provisiones ni mochila.

Una foto de diario en la basuray

una celda en la frente abanderada.

Una pluma en su mano como arma

y una idea atómica en su mente.


Un HOMBRE

hace su camino a su modo

aunque la tierra le quema,

pero jamás aparta a un lado su corazón achicharrado,

porque sus pies obreros

siguen poniendo los puntos sobre las íes

aunque reviente en su presidio.


Un HOMBRE

tiembla ante su acaso imprevisto que el ánimo conmueve.

Tras el grave gozo patrio de apuntalada euforia

se arropa la conciencia libre.

Pero ya culebrea el verdugo

su escarnio bajo su concha de caracol

con su baba de risas.


Un HOMBRE

se arruga en su sótano de pesadilla

masticando su sangre y su enfermedad,

dejando la luz para las ventanas

como ocurre en los países en guerra.


Un HOMBRE

ve una sombra de arena escurrida por su mano,

es el soplo de su fantasma pueblo,

soledad de espacio cerrado y maniatada libertad,

mujeres ultrajadas,

hijos descarnados de su gente

vaho de un cielo congelado,

cadenas de amor en espiral

y orgullo del padre cargado de desesperación

en la mochila exhausta.


Un HOMBRE

ve que la noche de la calle

traiciona al patriota,

aviva el paso de la injusticia

mendigando por las puertas algún que otro inocente

para el traidor desquite.


Un HOMBRE

hace que la celda se quede estrecha

para un dolor tan grande

y una patria tan chica,

orgullosa sin su paz,

bombardeada de bofetadas

y terrores de abismo

sobre el pueblo cuadriculado de barrotes

y tumbas anónimas.


Pepe Martín

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