viernes, 30 de marzo de 2007

RECÍTAME QUEDO


Dedicado a todo aquél que pone el alma cuando lee sus poemas:

Tu voz ¡Dios mío, tu voz!
Ábreme tu boca
porque sin sus palabras no tendré futuro,
abre tu boca y deja que tu voz
me busque en este cuerpo en que me pierdo,
deja que fluya el manantial de tu palabra,
que sin su onda todo en mí es confuso,
alma en tinieblas, caos y tormento.

Tu voz ¡Dios mío, tu voz!
Sin ella soy un Lázaro sin Cristo.
Mis oídos sin tu voz son horizontes oscuros,
mi corazón, sólo turbio y baldío pasado,
y mis tímpanos martillos que golpean
aperos y bidones en un puerto abandonado.

Tu voz ¡Dios mío, tu voz!
Palabras que me traen retornos al mundo,
sin tu voz mi pecho es Calvario
criando zarzas para Nazarenas plantas,
y hace de corales riscos venenosos
negados a tus desnudas glorias.

Tu voz ¡Dios mío, tu voz!
Con ese aliento claro y profundo.
Persigo tu voz tras de los vientos,
por bosques y atalayas
envolviéndome en su eco,
porque su acento acaricia mi alma
y me ara el pecho
sembrando notas enamoradas,
diciéndome ¡te amo! en sus barbechos.

Tu voz ¡Dios mío, tu voz!
menos ella todo es inseguridad,
Pregóname el sendero hacia el placer seguro,
inyéctame la brisa de sus sones,
que inmerso entre sus notas quiero ser onda y onda,
amanecer de oro
y anochecer profundo.

Pepe Martín

No hay comentarios: