viernes, 30 de marzo de 2007

UN PIANO EN LA ALHAMBRA

En la araña de la noche,
toda oscura, todo arco,
relucían arañitas
con sus patitas de rayos.

¡Qué gigantes los sonidos,
qué cominos los humanos!

Era su arte tan sabio,
que tan minúsculo hombre
trascendía el escenario.

Un espíritu sublime
juguetea con sus manos,
sus alas cubrían mundos,
sus pies en los entorchados.

Qué pequeña era la “sala”
para un sonido tan amplio,
qué minúsculo el oído
a sueño tan dilatado

¡Qué gigantes los sonidos,
qué cominos los humanos!

Armonizaba tan alto
que la cúpula nocturna
se rebosaba al espacio,
y el corazón la seguía
con su pasión y sus zancos.

Era su arte tan sabio,
que se grababan a fuego
sus acordes por los patios,
las almenas aguzaban
sus aurículas de barro,
y las torres ascendían
a su paraíso amado.
En la araña de la noche,
toda oscura, toda arco,
relucían arañitas
con sus patitas de rayos.

¡Qué gigantes los sonidos,
qué cominos los humanos!

Pepe Martín

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