ya no tome los vidrios de otros ojos
que hieran las uvas de sus labios para el beso.
Que su mirada no se agite con palmeras de vida.
Que su mirada no se agite con palmeras de vida.
Que en sus pestañas ya no vuele el alborozo.
Que ardiente de flor y llama el labio,
ya no tiemble en la luna del querer.
Qué lástima que la luz de su aurora ya no es oro
Qué lástima que la luz de su aurora ya no es oro
que reluce hecha medalla.
Que la mente orgullosa se haga hielo
y en el alma se le hagan lunas su rosario,
La muerden semillas de leguas hoy distantes
que se hacen daño en la nostalgia.
Qué lástima que el corazón ya no se encienda,
Qué lástima que el corazón ya no se encienda,
como hizo noche tras noche.
Un tumulto de venas de estampida
llevó su corriente caliente y alterada,
y se mordió en la fiebre de su sangre
un diablillo sediento y galopador
que le puso un rosal en sus mejillas.
Ahora, su tristeza de blanco
Ahora, su tristeza de blanco
hace vendas de sus sábanas,
y la pena que ciega sus ojos
busca luces en el alma.
Qué lástima que su corazón dolorido se hizo cuajo
Qué lástima que su corazón dolorido se hizo cuajo
de siete estoques de amores.
Una médula de odio le pone en el pecho tumbas.
Qué lástima que la bóveda de la noche
ya no suba sus rasos negros estrellados para amores
y sólo se queda en túmulo.
Pepe Martín.
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