como cauces secos,
restos de un llanto diluido en el olvido.
Que tu alegría sea un alba
como sonrisas infantes florecidas de vida.
Qué inmensa es la sombra viva,
Qué inmensa es la sombra viva,
qué leve luz la de una vela ilusionada
encendida a pesar de los vientos,
pero ella empuja con fuerza esas tinieblas.
Nunca mueras ni te musties tú niña,
Nunca mueras ni te musties tú niña,
brinca como un gamo y canta en tu pradera,
tengan siempre tus ojos
los verdes, púrpuras y violetas
que te lleven a una noche de violín ilusionada
con un manto estrellado de labios
que te musiten entre versos: ¡eterna mía
hoy es otro principio de nuestro siempre!
Deja que bese tus manos,
deja que juegue bemoles en tus dedos,
Tengo bajo mi lengua
la perla azul de un te amo
y quiero ver cómo la adorna
la piel en flor de tu pecho.
Quiero desbordar tus ríos
y elevar en un tres por cuatro tus olas,
y elevar en un tres por cuatro tus olas,
incendiar tus campos y lloverme en tus ojos,
y morir de un beso en la rosa de tu sangre
con esta que es tu boca y vientre de mis versos.
Pepe Martín.
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