su fragancia se pare en tus labios
y se te escapa en el viento
para atarme y desatarme el jazmín de la sonrisa.
El mío deposita en ti mi aroma intenso, acariciante,
El mío deposita en ti mi aroma intenso, acariciante,
un aire de agonía dulce, ardido e inflamado
para que se haga ascua entre tu carne perdurable,
en ti, que eres tan solemne como una grave música.
Eres mi crepúsculo turbado de sonrojos,
Eres mi crepúsculo turbado de sonrojos,
mi atardecer de inmensa violeta sangrante.
Una tibieza de almíbar que fermenta,
nos tiene estremecidos como espigas,
ardiendo separados, a fuego lento
como dos leños enramados en la sangre
en querella de venas y gemidos,
o batalla de luciérnagas y peces.
Tengo un fuego que habita en tu pecho cada hora,
Tengo un fuego que habita en tu pecho cada hora,
inquilino en él, como un ocupa.
Y yo te encuentro por mi pecho atravesada
mientras soy derretido por el brasero de mi mente.
Soy, como una muralla caída por tu ausencia
y alzada en la paz de tu llegada.
Eres la llama trémula que incendia con sus manos
Eres la llama trémula que incendia con sus manos
las cuatro esquinas de mi cuerpo.
Como una luna circundas mis cielos y mi tierra
mujer, eres la mina perfecta
que desgrana sus centésimas de oro por mis ingles
hasta que nuestros corazones quedan tendidos
en cenizas por los dos creadas.
Pepe Martín
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