mófate de mi escaso nutrimiento,
más dolor no me cabe en esta muerte,
ya no es ella mi plato de sustento.
Cuanto añoro aquél sagrado Edén,
Cuanto añoro aquél sagrado Edén,
la noche en que el deseo se hizo ígneo,
de tu piel pendían como gotas,
tus dos pechos colgaban ambarinos.
El viento de mi otoño en recolecta,
El viento de mi otoño en recolecta,
la gracia suspendida en un milagro.
de la rama albina de tus hombros,
almíbares, se daban dos duraznos.
Ya no anega mi oído de improviso
Ya no anega mi oído de improviso
el allegretto repique de tu risa,
y más bien por ahora se enmohecen
en húmedos salitres de otras brisas.
Mis labios se abren boca de madera,
Mis labios se abren boca de madera,
son caja resonante de mis huesos,
y mis dientes pulsan cada vena
de entorchados gusanos que me han muerto.
Rumiando mi deseo, celo hirviente,
Rumiando mi deseo, celo hirviente,
mi boca exasperada y sin saliva,
no degusta tu sangre tensa y pulcra
y sí las amarguras que la abrigan.
Pepe Martín
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