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Has venido a regar con nuevos oros
Has venido a regar con nuevos oros
las humildes violetas de mi tarde,
y voy a arrojarte la red flexible de mis venas
para apresar tu deseo de alas rojas.
Yo no me duelo de los dientes y otros huesos
Yo no me duelo de los dientes y otros huesos
con un dolor de ganas de morirme;
yo me duelo de tu carne y de tu sangre,
de tu piel y de sus cosas,
y voy a ti como plañidero
para ungirlas una a una.
Quiero que sientas mis caricias
Quiero que sientas mis caricias
en tu cuerpo soñador y soñoliento
bajo los árboles de tus brazos,
fieles eunucos de tu harén.
Ven y enciéndeme una pasión
de coñac flameado por mis venas.
Quiero que sientas mis mimos
Quiero que sientas mis mimos
como el roce de la brisa en las veletas,
porque te tengo un amor tan dilatado
como el ancho pulmón que mueve los océanos,
y mi pasión tan extendida
como el ala sofocante del desierto.
Me entregaré a ti en una sangría, no de muerte,
Me entregaré a ti en una sangría, no de muerte,
porque es bandeja donde se ofrenda mi vida.
Acariciando tus formas, te recorreré refinado
lamiendo un lado, besando el otro,
pero mordiéndote toda.
Págame con el dulce atropello
de tu boca flotando por mis hombros.
Te arqueas como el árbol tierno
Te arqueas como el árbol tierno
acosado por mi viento huracanado,
mientras te quiero en el vértigo delicioso
de un espasmo de caída de Ícaro sin alas.
Pepe Martín
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