no quiero que me venga este dolor cromado
con su mano agitada a contrasol.
La maleza del adiós te deja oculta
y me parece un alba fingida
de fríos destellos entre las hojas muertas.
Por otro lado,
Por otro lado,
no quiero perder este último hilo destejido
de nuestra bella túnica de amar.
Cuando me dueles, amor,
me siento otro vivo,
como un muerto retenido en vida,
Y este dolor jinete sobre el Pegaso del recuerdo
Y este dolor jinete sobre el Pegaso del recuerdo
es como un cuchillo abandonado en el aire,
Cuando te vas, aún me queda de ti ese rayo
último de tu sol eclipsado de segundos eternos
y de eternos sueños añorados.
Ese es mi pequeño pez que nada
como rayo de oro en nuestro adiós asombrado
del inicio de distancias,
y viene a mi corazón helado de cristales.
Ese es mi clavo en el vacío sin escala
y mi pretexto de vida,
Dolor que tu clemencia implora
y un hueco en tu presencia
para templarse el frío.
Y este, tu marco fotográfico en mi mente
Y este, tu marco fotográfico en mi mente
hecho dolor, es mi crédito de tu verdad,
desde él te siento dardo que me atraviesa ,
él me ha dejado empalado en su espada de jaspe,
¡te amo hecha dolor en mi sangre!
¡Ay, este dolor de fragua de un adiós
que se me está templando en la carne!
Por eso no quiero que te vayas,
Por eso no quiero que te vayas,
para que el dolor no se modele,
pues sé que tú también estás herida,
que ambos morimos estas vidas paralelas y dolosas.
Pero esta noche retorna,
Pero esta noche retorna,
esta noche, Amor, ¡ven!
y la dicha beberá de nuestras sangres.
Como un gran vaso de vino
dejaremos que se desborde,
que nos anegue los cuerpos,
que ambos se derramen y embriaguen
para que la dicha, nuestra dicha se modele.
Pepe Martín
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