Abrí mi ventana a la noche
que se coló sin hacer ruido,
sé que viene a poner sombras románticas
a nuestra cama.
Su manto de diminutos ojos
pretende curiosear lo que te digo,
ya escuchó mis versos y mi llanto
y viene a devolverme mis lágrimas,
aquellas que quedaron escritas en mil papeles desiertos
y que tarde o temprano se tragó el dragón de fuego
del el invierno de lo nunca dicho.
Nevaron mis palabras copo a copo
y pluma a pluma dejaron su surco negro en el papel,
construyendo artesanas la guitarra
que las hiciera volar en sonidos.
Palabras hijas de un sentimiento,
del impronunciado sueño de mi corazón,
campanas de plata de mis amores
que en mi pecho vivían en clausura.
Cómplices de noche, brisa y marea
revolotearon el entorno de la cama,
hijas de mis agitados sentidos
enredaron como ola encrespada de mi deseo
hasta ahora prisionero entre los barrotes
del juramento de no entregarme a otra amante
porque la mía ya tenía un nombre y su apellido.
Despreocupada reía la comadre sombra
que era boca que grabé en el firmamento
cuando era quererte una ilusión
y amarte sólo un despropósito,
cuando mi amor te esperaba diluido
entre la bruma de la estacón de tu olvido.
De madrugada diremos adiós
a mi estrellada compañera de infortunios,
se marchará con sus alas oscuras de mariposa
cuando queden encendidas de aurora,
se irá ahora llorada por la brisa entre olas
para acostarse en sus sábanas de espuma,
se irá contenta porque ha sido nuestro manto,
ese que ha enlazado nuestras vidas.
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