Quebrada tengo la boca
de gritarte con el alma,
que me estás volviendo loco
cuando me vuelves la espalda.
Por qué será que tus ojos
me hieren como una daga,
y me arrastran por los suelos
como si no fuera nada.
Ya ves que yo soy constante,
que me agarro a tu calzada
y en vez de morir pisado
me florezco entre tu grava.
Suéltame una lagrimita
endúlzame la mirada,
tómame de ese desierto
que tú hiciste con tu marcha,
llevate tanta negrura
que es colcha de nuestra cama.
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