Como el ciprés,
árbol Ciprino de Venerea dama
señalas tu cima arañando el cielo.
¡Accede a bajar a mi menuda altura!
Mira mi tronco reseco por tu ausencia
buscar en la experiencia de aquel nocturno escalofrío.
Mira mis ojos hambrientos del cobre de tu piel oscura
amamantada en la sabia del sol en el sur.
Mira en mi mente la idea latente
de buscar mi muerte tras decirte adiós.
Mira mis huesos cofre de amor,
témpanos vivos de prohibidos secretos.
Mira mi boca, gavilán alerta,
acechar la tórtola de tus labios de bisel de fuego.
Mira estos labios de carbón ardiente
anillar el humo de esta maldición.
Mira mis manos arañando sombras
de esta, mi incontrolada locura.
Que en tus ojos pueda ver lagos,
luceros, lunas y cielo...
y un amor tan grande
como el que a mi corazón estrangula.
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