Maquéate, divina coqueta!,
Quien pudiera mirarte con los ojos del cuerpo
como lo hago con las luces de mis sentidos ocultos.
Hasta el frío espejo puede inundarse de tu imagen,
para que su azogue se temple en su belleza
y se inflame en alabanzas
derramando su luminosa fuente en tu imagen.
¡Maquéate, divina coqueta!
Quisiera ser mano segura que esparce rubíes en tu boca,
acariciar suavemente el alfeizar de tus dientes,
y que mi boca fuera copa de vino tembloroso
que regara sus espigas de amaranto,
flor del amor.
¡Maquéate, divina coqueta!
Presiénteme contigo a la vuelta de tu imagen
envolviéndote en mis ansias reverentes.
Quisiera ser el tacto suplicante
que reza a la flor de tus mejillas
postrado en los hoyelos de tu rostro.
Quisiera dibujar tu nariz con mi aliento,
cubrir tu mirada con mis labios
para libar la miel de su color.
Y beber la fuente de sus perlas
esparcidas en obsequio al amado ausente.
¡Maquéate, divina coqueta!
Apoya en mi pecho la paz de tu frente,
derrama en mis manos hambrientas
la fluidez dorada de tu pelo,
y permíteme hilar el largo recorrido
de sus rayos de oro.
¡Maquéate, divina coqueta!
Encela mi alma entre esferas de espuma
en los rompientes de tus esquifes de nácar
cuando el oloroso ungüento cubra
tu primavera rosada.
Quien pudiera mirarte con los ojos del cuerpo
como lo hago con las luces de mis sentidos ocultos.
Hasta el frío espejo puede inundarse de tu imagen,
para que su azogue se temple en su belleza
y se inflame en alabanzas
derramando su luminosa fuente en tu imagen.
¡Maquéate, divina coqueta!
Quisiera ser mano segura que esparce rubíes en tu boca,
acariciar suavemente el alfeizar de tus dientes,
y que mi boca fuera copa de vino tembloroso
que regara sus espigas de amaranto,
flor del amor.
¡Maquéate, divina coqueta!
Presiénteme contigo a la vuelta de tu imagen
envolviéndote en mis ansias reverentes.
Quisiera ser el tacto suplicante
que reza a la flor de tus mejillas
postrado en los hoyelos de tu rostro.
Quisiera dibujar tu nariz con mi aliento,
cubrir tu mirada con mis labios
para libar la miel de su color.
Y beber la fuente de sus perlas
esparcidas en obsequio al amado ausente.
¡Maquéate, divina coqueta!
Apoya en mi pecho la paz de tu frente,
derrama en mis manos hambrientas
la fluidez dorada de tu pelo,
y permíteme hilar el largo recorrido
de sus rayos de oro.
¡Maquéate, divina coqueta!
Encela mi alma entre esferas de espuma
en los rompientes de tus esquifes de nácar
cuando el oloroso ungüento cubra
tu primavera rosada.
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