Cuando tú te das,
lo haces por entero,
como se da el agua del río al mar,
como la arena al viento del desierto.
Y esta es una aventura arriesgada
que enhuera mi miedo.
Me estás pidiendo que te dé la mano
y yo apenas si te enseño un dedo.
Y que me deje ir por la pendiente
del tobogán hermoso del ¡te quiero!
con los ojos vendados
persiguiendo a Eros.
Yo te digo que no puedo,
pero luego... ¡pruebo!
¡Y el maldito Eros
me tiene cogido!
Se cobró muy caro
mi juego de niños.
Y este es el caso:
ahora lo que siento
¡no lo tengo muy claro!
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