A Mariana Pineda
La tierra en su boca,
el hilo en su mano,
y el alma sangrante
de aquel pueblo llano.
Por las manos en rama
de azucena y de pluma,
se desliza la hebra,
se desliza la aguja.
¡Ay, Mariana, Marianica,
Marianica de Pineda...
qué caro pagas el hilo
con que bordas tu bandera!
Hila flores liberales
en el gualda de tus sedas,
y gritos de libertades
sobre la sangrante tela.
Arraigado está a tu credo
como raiz de una higuera
el sudario de tu cuerpo
de tan pocas primaveras.
Por las manos en rama
de azucena y de pluma,
se desliza la hebra,
se desliza su aguja.
La tierra en su boca,
el hilo en su mano,
y el alma sangrante
de aquel pueblo llano.
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