Resurge ingrávido,
manifiéstate a mí, primoroso angelote,
mi amor inocente,
mi ingenuo Eros fiel
en cuyo regazo la bilis no se cultiva.
Te has alojado soterrado,
en la hoquedad de mi sangre agazapado
como suspiro muerto
en la cripta perdida de mi corazón
que fuera muro y empalizada devastada.
Descubre tu rostro,
que tu sosegada dicción rumoree en nuestros oídos
su ternura loca,
pues tu lexia es música
y el vino de tu boca embriagador.
No nos huyas angelote amado
y envuelve en tu fuego
este nido congelado,
para que el pudor y la apatía
se alejen sobrecogidos.
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