Te he mirado atentamente
y era tu redondo espejo
pecera que traicionó
los peces que yo vi dentro.
Reclamas:
-¡Bésame que yo te sienta!-,
y en los aros de tu beso
pienso en los hielos que tienen
tus labios hechos de espejo.
Entre tus prismas de cuarzo
guardas un recuerdo vivo.
En tus reflejos en rama
hay un pez que yo no olvido,
perdido en tus roquedales
como si fuera un cautivo.
Quisiera injertarte los chips
que te hicieran cristal vivo,
sólo así podría besar
aquel reflejo divino.
Si viniera ella a besarme
en tus aguas hoy de olvido,
yo sería tu Jonás
en tu estómago de vidrio.
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