No te importen las farolas
ni el sereno de la calle,
que estamos en nuestra esquina
"pa" hacer lo que el cuerpo mande.
Descórreme los cerrojos
de los miedos a tu madre,
y sacude entre los vientos
las puyas de las comadres.
Corre un ansia por mi pecho
que me obliga a hacer desmadres,
y una aurora en la cabeza
que no deja de alumbrarte.
Cuando abrazo tu cintura
yo siento los siete mares,
y en el río de mis venas
circulan tus tempestades.
Tu noche tengo por capa
de alfileres y calambres
que me mata o ilumina
según lo que tú me haces.
Hasta el corazón me silba
por la pasión de mis hambres,
de recordar lo vivido
me están temblando las carnes.
No sé si glorias o infierno,
ni sé si lavas o ángeles,
hasta mis dientes chirrían
porque de placer me mates.
Mi corazón con botanas,
mi alma pidiendo lastre,
y un zarzal en la entrepierna
que está pidiendo: ¡quemarme!
Tengo atravesado el sexo
con candado de pesares...
tú consigues que se abra
cuando tus flores me abres.
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