miércoles, 11 de abril de 2007

ACÉRCAME EL OÍDO


¡Ven! acércame el oído,
son mis manos crujientes pidiendo realidades
pidiendo modelar y acariciar salvajemente
la película rebobinada de nuestras locuras,
Increíble, es increíble lo que les haces sentir
en la nada de sus yemas y sus palmas,
cansadas de carencias de tiempos esfumados
danzando como volutas de humo por el aire.

Ahora piden sólidos y líquidos, agua y sangre,
tierra y carne, aire y besos, fuego y alma,
y se mueren nostálgicas de tus curvas en su arte,
ahora piden con minuteros clavados en su segundo
aquella cama, aquella caricia,
aquella muerte parcial y desmedida.

Ahora piden tenerte pos dentro y por fuera,
amueblarte el alma y poner tus necesidades en orden,
poner en tal estante tus suspiros,
sacar de tus cajones la vehemencia,
barrer aquella sombra de celos,
poner en la consola las flores de tus besos,
encenderte las lamparitas de mis ojos
y dejarte una nota breve que diga:
-No contraríes tu cuerpo inútilmente-

Que se mueren mis manos de vacíos de materia.
Increíble, es increíble cuanto anhelan tu cuerpo.

¡Ven! Dales una cita previa y un color,
unos cinceles y una carne para que te recreen a su lado,
al alcance de sus yemas, de mi olfato, de mi boca,
de mi sexo, de mi locura.
Colma ya su reptar por el universo
de sus sombras vistas y perdidas,
redímelas de esa locura ambulante
que las tiene convertidas en maderos en brasas,
para que vivan su verdad de carne rosa
sexo en ignición y besos materiales,
y no sirvan ton sólo para arañar despedidas.

Pepe Martín

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