Vengo de los horizontes dorados del clarinete
por los horizontes rotos del contrabajo.,
Edenes nunca olvidados de lodo
me arrebolaron en su bruma.
Renegué de las escalas de mi vida,
me desvestí mi túnica de prejuicios,
deje el vehículo de mi carne
correr hondos barrancos.
Aún chirrían mis cadenas por su óxido.
El silbo de tus ojos me dio escalas ascendentes
para que emergiera mi alma en albas.
pero mi espíritu aún se altera
con los relinchos de la hembra salvaje.
Sácame de una vez de este naufragio
con tu ola calma y serena.
Dame el remansado cristal de tu playa
donde tu luna juega en sus anillos,
donde el violín de tu viento
nos regale con su mayo.
Bésame un claro de luna entre mis cirros muertos
que aún tengo mis pies descalzos en tu música
Pepe Martín.
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