lunes, 2 de abril de 2007

ESCÚCHATE LA CARNE


Escúchate la carne
Escúchate la carne y dime luego,
se nos volvió desenfreno pidiendo palpitar.
reclaman en su jaula de electrones
el punto definitivo donde amarse
solicitando par ellas el morbo que ambos nos sabemos.
Aborrecen el aire que de acero las retiene,
su cárcel, ponto oceánico con barrotes de agua,
garra que nos mantiene desunidos en deseo insatisfecho.
La sombra de su vacío nos obstruye el beso,
se cansó el oído de escuchar promesas
y las pide consistentes de tacto y labio.
Las promesas…
por patentes y hermosas se nos han hecho herida
y nos piden los tractores del empeño
para derribar las alambradas de sus fronteras.
Quiere la boca besos con cristales en las lengua,
quiere mi lengua ornarse con las perlas de tu boca,
quiere mi pecho las caricias turgentes de los tuyos,
quieren mis brazos el peso de tu cuerpo en extravío,
quieren mis ojos el espejo de los tuyos soñantes,
quiere mi piel la tormenta de tu lengua jugosa,
deseo en el cabello,
deseo en los oídos,
deseo hacia los cuellos,
deseo horneando todo el cuerpo
y en los sexos desenfreno y lujuria.
Ven, que la carne pide diques donde posar su pasión.

Agónicos en sus hambres,
los cuerpos sienten fiebres que no son aplacadas.
¿Pero cómo darles su sustento de sexo en extravío
para consolidarnos pareja que calme su nómada sed
perdida en los e-mail,
para que se hagan los sueños en nosotros goce y presencia,
quilla y surco, disloque y erupción?
El cuerpo quiere aprender a defender lo lejano como suyo
cosiendo cintura con cintura, boca con boca y sexo a sexo.

Pon en mis manos vacías tus nalgas de amante
y yo pondré en mi florero tus violetas.

Pepe Martín


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